viernes, 12 de diciembre de 2008

CAMINO A LA SEMILLA por María Malusardi

Heredarás la tierra
Carlos Juárez Aldazábal
Buenos Aires, el suri porfiado, 2007
Págs. 47

El caserío
Carlos Juárez Aldazábal
Buenos Aires, el suri porfiado, 2007
Págs. 60


Si bien todo axioma, en poesía, se asume en la imposibilidad de sostenerse como tal, podríamos, sí, aceptar la idea de que en poesía se tornan inadmisibles las medias tintas. Los poemas de Carlos Juárez Aldazábal son, en este sentido, inclaudicables. Tanto en Heredarás la tierra —una antología personal— como en El caserío —su último libro— cada poema se sostiene, con impetuosa regularidad, entre la precisión y el asombro.
El título de la antología, tomado de un verso, no es una elección azarosa sino, por el contrario, determinante y esencial. Porque afianza, a modo de mandato, la poética totalizadora de Aldazábal. Heredarás la tierra y sus zonas refractarias: la de la necesidad de la tierra, la de su olvido, la de su pérdida, la del exilio, la de su raigambre y lucha por preservarla. En esta dialéctica intrínseca al poema y al resto de la obra del autor, la poesía no denuncia ni responde: interroga en la aseveración. Qué es la tierra sino el lugar donde los hombres se arraciman: “Al comienzo una piedra, y nació el caserío”. Qué es la tierra sino el suelo que alimenta: “Peones en labranza / deshaciendo la tierra / para el maíz y la mandioca”. Qué es la tierra sino el entramado que recibe, ama, aloja y deshabita a nuestros muertos: “Heredarás la tierra, me dijiste, / y me entregaste una pala / para cavar la tumba”. Qué es la tierra sino esa metáfora de conquista, asentamiento, abrazo y preservación: “[…] la tierra de los padres se protege en batalla. // Ayer detuve muerte con un árbol y obtuve una mujer: / mis dardos agrietaron las sienes de algún primo. // De noche celebramos la fiesta de la costa / y vestimos con fuego la tierra capturada. // Me dormí en mi cautiva. […] Luego fui rescatado por un tibio brebaje, / y el vaso eran los labios de mi hembra”. Qué es la tierra sino ese oasis donde revolcarse, copular y parir: “Parición en el monte. // Abre las piernas a la sombra del árbol / y la cría resbala de la vida a la vida. // Pegoteada, pringosa”. ¿Quién pare? ¿El animal sin destino o el hombre agazapado en su atavismo? Y allí, la tierra, dice el poeta, es esa zona de combate entre especies que la heredan: “Según los monos / el mundo es una rama desprolija. // Nosotros no existimos: / hojas secas apiladas sin orden. / No es quietud esta calma. // […] Morirá la maleza en nuestras huellas. // Desolados, / nos llevará el viento hacia otra parte”.
No es lo bucólico, sino lo telúrico y lo cultural. Como si los restos arqueológicos de la memoria humana, enraizados en mitos susurrantes, se fundieran a la experiencia urbana, asumiendo un sincretismo estético. Aldazábal transita relatos propios —allí surge su lírica— provenientes del mito. Los hace íntimos, los embellece en el solipsismo de sus voces múltiples que regresan y se aúnan en esa voz fundamental: la del poeta.
Y esta voz plantea la igualdad de todo aquello que habita en la tierra, como un deseo ético de justicia desde donde apelar y construir el mundo propio, el caserío. La igualdad es la región donde la vida —repartida entre seres diferentes— libra su batalla en busca de un lugar para el descanso, la actividad, el amor y la muerte. El hombre, en contraste con los animales que habitan estas páginas, cubre su desnudez y se oculta en el lenguaje. Y así como discute, argumenta y se abigarra, también desnuda y despoja en el poema. El lenguaje y el hombre, confirma George Steiner, se implican y necesitan mutuamente.
Heredarás la tierra y El caserío van camino a la semilla, al centro de la tierra donde encontrarse con la propia muerte y festejar. La muerte no es tragedia, sino un viaje en bicicleta: “Así mi bicicleta va rodando, / así me lleva / ahora que el rumbo no ha querido seguirme”. La muerte es la unión definitiva con la tierra. Hay orgullo, hay rito en el acto de morir: “No se puede morir sin paso firme”. La muerte y la tierra se juntan para festejar la vida en la escritura.

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