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viernes, 12 de diciembre de 2008

EDITORIAL N° 3

Año 2. N° 3
por María José Cisneros

Como se sabe, para griegos y romanos el bárbaro era el otro, el extranjero. Para nosotros, los argentinos, en cambio, el bárbaro suele ser “ese otro que somos y no somos nosotros mismos”. Semejante paradoja responde a la tendencia que tenemos a representarnos, a leer nuestra historia y proyectar nuestra identidad a partir de la postulación de pares de opuestos que se excluyen entre sí. Unitarios versus federales, Buenos Aires versus el interior, peronistas versus antiperonistas, gobierno versus campo, etc. Todas dicotomías que encuentran su expresión más acabada en el célebre dilema planteado por Sarmiento en el Facundo: civilización o barbarie. Esto es así, porque más allá del extremo con el que cada cual se identifica, se tiende a interpretar que la civilización se encarna en las propias filas, mientras se descalifica como bárbaro al que se ubica en la vereda de enfrente.
Mil trescientos kilómetros. Escrituras desde las fronteras es una revista y un proyecto cultural que busca situarse más allá de estos falsos dilemas, pues entiende que reconocer las diferencias, dar cuenta de las distancias, denunciar las asimetrías económicas y culturales que separan al centro -Buenos Aires- de la periferia -el interior-, no significa abogar por la exclusión del otro. Por el contrario, a nuestro entender, una cultura no es un todo homogéneo, siempre idéntica a sí misma, sino antes bien, un río de amplia cuenca cuyo caudal se nutre de los aportes que le hacen otros ríos. De allí, la inclusión en el número anterior y la renovada apuesta en éste, de una sección denominada “Tarjeta Postal”, en la que nos damos el gusto de difundir la obra de artistas de otras regiones del país. En este caso, la tarjeta que con ustedes queremos compartir ha sido enviada por Ana María Shua quien ha tenido la generosidad de hacernos llegar unos microrrelatos inéditos.
Es nuestro deseo que el intercambio de postales con los productores y difusores culturales, especialmente de nuestra región, pero también con los del resto del país, se vuelva cada vez más caudaloso. Creemos que, en gran medida, es el desconocimiento del otro, de la riqueza que puede aportarnos desde su diversidad, lo que nos lleva a considerarlo como un bárbaro. Entendemos, además, que en un país tan extenso y culturalmente heterogéneo como el nuestro resultan urgentes políticas culturales promovidas por el Estado y convalidadas por la sociedad civil que tiendan puentes entre las regiones, que federalicen los puntos de producción y latoma de decisiones en lo cultural. Pues, sólo desde la inclusión y el diálogo crítico -que no cae en anquilosadas oposiciones pero tampoco en insípidos y homogeneizantes consensos-, vamos a poder comenzar a gestar una cultura política sin exclusiones, profundamente plural y democrática.

miércoles, 9 de julio de 2008

EDITORIAL N° 2

Año 2 Número 2
Por María José Cisneros


No pocos son los que conciben al patrimonio cultural como un conjunto de antiguos monumentos que evocan un pasado lleno de esplendor, como un archivo de preciadas reliquias que nos fueron transmitidas de generación en generación y que por ello debemos evocar y conservar. Sin embargo, mucho más abarcativo, complejo y vívido es éste. Por una parte, porque no sólo está constituido por bienes culturales tangibles como los edificios, los panteones o las obras de arte, sino también por bienes intangibles como las tradiciones, las costumbres o las mitologías de una cultura. Por otra parte, porque lejos de ser siempre idéntico a sí mismo, el patrimonio cultural va modificándose y, sobre todo, resignificándose conforme las valoraciones que con el paso del tiempo los diferentes grupos sociales –especialmente dominantes– van haciendo de él.
Tradición selectiva es el concepto que el sociólogo cultural Raymond Williams usa para designar a ese proceso mediante el cual, desde el presente, se seleccionan y acentúan ciertos significados y prácticas del pasado, mientras se olvidan otros, a fin de legitimar histórica y culturalmente el orden socio-político vigente. De donde se sigue que aquello que suele presentarse como “la” tradición, “el” patrimonio cultural, no es más que una versión del pasado, que en función de ratificar su poder, los grupos hegemónicos buscan imponer.
En una sociedad democrática la tradición selectiva debe ser fuente continua de disputa, debe dar lugar a un campo de debates permanentes entre los diferentes sectores que la constituyen. La construcción de la memoria colectiva, la discusión y decisión de cuál es nuestro patrimonio cultural, son tareas que no pueden ser dejadas sólo en mano de las instituciones estatales. Éstas, si bien tienen la responsabilidad central de mantener y difundir nuestros bienes culturales, no pueden ser las únicas defensoras y promotoras de ese legado. En una sociedad que, como la nuestra, se pretende pluralista, la ciudadanía debe comprometerse y ser capaz de generar espacios desde los cuales disputar la hegemonía cultural y ayudar a construir una memoria colectiva que de cuenta de la riqueza y diversidad cultural que nuestro país posee.
Mil trescientos kilómetros. Escrituras desde la frontera aspira, desde el NOA, desde esta región marginal respecto de los centros del poder, a constituirse en uno de esos espacios. De allí que, no sea una revista que se proponga como mera agenda cultural sino, antes bien, como un lugar de reflexión y discusión crítica de las producciones culturales de nuestra región. Quienes la impulsamos consideramos que es fundamental conocer con mayor profundidad el patrimonio cultural del NOA y volver a examinarlo críticamente para poder, entonces, resignificarlo y reconocernos en él. En este sentido, elegimos recordar y difundir en cada número –a través de la elaboración de un dossier y un corto documental– la obra de algún artista de nuestra región que a nuestro entender merece, por su reconocida calidad, formar parte del patrimonio cultural, no sólo regional sino también nacional. Es decir, buscamos desde este pequeño espacio contribuir a la tarea de construir entre todos –entre el interior y Buenos Aires, entre las instituciones estatales y los diferentes sectores sociales– una tradición cultural más plural, desde la cual sea posible proyectar una Argentina cultural, política y económicamente más inclusiva.
Semejante propósito no puede, sin duda alguna, ser llevado a cabo por unos pocos. Sabemos que es de vital importancia la presencia de diferentes voces críticas en nuestra revista. Al respecto, nos sentimos felices de haber sumado colaboradores en este segundo número. Es nuestro deseo que esta participación siga creciendo, que las páginas de Mil trescientos kilómetros. Escrituras desde la frontera se tiñan con los colores y las tonalidades más diversas. Buscamos la policromía –apostamos a ella– porque estamos convencidos de que es en la diversidad donde una cultura respira y se expresa, se reconoce a sí misma, permaneciendo siempre viva, siempre fértil.

martes, 25 de marzo de 2008

EDITORIAL N° 1

Año 1. Número 1
Por María José Cisneros

1300 son los kilómetros que existen entre Tucumán y Buenos Aires. Sin embargo, no es idéntica la distancia que media entre un punto y otro. Buenos Aires se encuentra mucho más lejos de Tucumán que Tucumán de Buenos Aires. Y es que, tal como postuló Albert Einstein con su Teoría de la Relatividad Especial, el espacio no es absoluto sino relativo al sistema de referencia en el que se encuentra el observador.
En un país como el nuestro, los sistemas dereferencia (tanto en lo político como en lo cultural), se han construido desde los orígenes mismos en torno a la relación Buenos Aires-interior, es decir alrededor de una relación que reviste el carácter de centro-periferia. Por ello, lejos de ser ésta recíproca, de mutuo interés, se caracteriza por ser inversamente proporcional.
Para quienes vivimos en el interior de la Argentina y nos sentimos comprometidos con un proyecto político y sobre todo cultural de Nación, este panorama resulta sumamente problemático y no pocas veces desalentador. No nos resulta fácil sentirnos protagonistas desde acá, desde los márgenes. Muchas son las dificultades que debemos sortear para que sean vistas, escuchadas, leídas; en una palabra, conocidas nuestras producciones culturales.
No es extraño, en consecuencia, que sean muchos los intelectuales y artistas nativos de las provincias que decidan emigrar hacia la gran capital. Ávidos por no ser sólo consumidores y/o productores de un mercado cultural de corto alcance, entienden que es estando en el centro desde donde deben librar sus batallas. Otros, en cambio, deciden quedarse. Su gusto por las orillas y el tiempo apacible que en ellas transcurre, su identificación con la tierra o simplemente la imposibilidad de proyectar sus vidas en otro lugar que no sea el propio, hacen que opten por seguir pensando, creandodes de la periferia.
1300 km. Escrituras desde la frontera es una revista pensada y realizada desde la segunda de estas opciones. Elegir quedarse, lanzándose a la aventura de multiplicar y hacer crecer los espacios de generación y difusión de nuestros bienes culturales, es uno de los grandes desafíos que nos hemos propuesto quienes la llevamos a cabo.
Para nosotros pertenecer a la región del noroeste argentino (a una región marginal respecto de los centros de poder pero con una rica y vasta tradición cultural), constituye un marco de referencia, por una parte, ineludible en tanto en él hemos nacido, por otra parte, elegido y celebrado en tanto entendemos que en sus límites están sus posibilidades. La periferia posee una doble mirada de la que el centro carece: sabe de sí y sabe de éste. La narcisística autorreferencialidad es un mal que sólo puede llegar a aquejar si se encierra sobre sí en nombre de un siempre estrecho y ahora anacrónico nativismo. No es nuestra opción; por el contrario, abrazamos el margen porque lo vivimos como condición de posibilidad, como apertura.
La diversidad cultural - a través de la cuál el género humano se sueña - es un don que, entendemos, debe ser ponderado y promovido. Por ello, aunque asumimos la periferia, abogamos, al mismo tiempo, porque los sistemas de referencialidad verticales y asimétricos que fragmentan a la Argentina tiendan a desaparecer.
Sabemos que no es fácil, que la cabeza de Goliat es una malformación que padecemos desde siempre, que padecemos todos, incluso la propia cabeza. Proyectar un país distinto debe, por ende, ser una tarea en conjunto en la que márgenes y centro dialoguen y se reconozcan mutuamente. 1300 km. Escrituras desde la frontera asume ese desafío y pretende ser una invitación a él. Esa es nuestra principal razónde ser; o si se prefiere, esa es nuestra utopía.